Comentario
Triunfante el movimiento insurreccional, el nuevo gobierno surgido del mismo denunció el tratado con las potencias fascistas en medio de una explosión de alegría generalizada, que mostraba los profundos sentimientos antialemanes existentes entre la población. Hitler, por su parte, consideró este episodio como una verdadera afrenta personal, por lo que decidió castigar de inmediato al pequeño país que se negaba a someterse a sus deseos. Por otra parte, seguía inquietándole la posibilidad de que Belgrado recibiese ayuda británica, lo que abriría en la zona un nuevo frente de incalculables consecuencias. De esta forma, la radio alemana comenzó a lanzar contra Yugoslavia fuertes ataques que la acusaban de gran número de atrocidades, en la misma forma en que se había hecho con ocasión de la agresión a Checoslovaquia dos años antes.
Las nuevas autoridades de Belgrado, que ante esta escalada de violencia verbal preveían el lanzamiento de un ataque bélico en cualquier momento, se apresuraron a declarar "ciudades abiertas" a Belgrado, Zagreb y Liubljana, las tres mayores poblaciones del país. De hecho, en aquellos momentos la situación general de los Balcanes no podía presentar rasgos más favorables para un ataque victorioso contra Yugoslavia. El país se encontraba totalmente rodeado por países potencialmente enemigos o susceptibles de servir de plataforma a la acción de los mismos: el Reich e Italia por una parte, y Hungría, Rumania y Bulgaria por otra. Durante las jornadas que mediaron hasta el inicio de la ofensiva, Alemania reiteraría el supuesto hecho de que Yugoslavia se encontraba sumida en el caos debido a la acción de agentes británicos.